jueves, 7 de enero de 2010

Extraña lluvia



Llovía mucho, no desistía. Repentinamente, salí corriendo, necesitaba mojarme y sudar toda la rabia que sentía en mi interior. Tras unos minutos, me di cuenta que me seguía alguien que me gritaba desde que empecé, pero no me percaté debido al sonido con el que impactaba tan fuerte este diluvio contra el suelo. Eso no me impidió continuar, hasta que vi segundos más tardes una muchacha desconocida pero a la vez familiar sin saber la razón.

-¿Quién es?, grité entre gotas de agua que mataban mis palabras, esperando una respuesta de mi seguidor. Es muy guapa, pero parece muy triste, está llorando sin lágrimas, describí con angustia.

Ella se percató de mi existencia, y es que no se ven con la que estaba cayendo mucha gente que te miran parados con un rostro de entre pena y ternura mojándose como me estaba mojando.

-¡Es el amor de tu vida!, escuché perfectamente de aquel personaje.

-Psé, si no la conozco, pensé en voz alta con amargura para mis adentros, que por un momento me alegré de la respuesta pero pronto me di cuenta de la situación tan nefasta. Era imposible que lo fuera.

- Sí, la conoces. Es la persona que durante tantos meses no ha dejado de mirarte, de acompañarte a donde fuera, te dejaba lo que le pidieras, te aconsejaba sobre tus posibles polvos, te llamaba tras unos días sin saber de ti con cualquier excusa para solo escucharte. Y esta lluvia... son sus lágrimas.

Pum. Noté cómo el corazón se me paraba, literalmente. Me ahogaba, me quedaba sin fuerzas, ni respiraba ni me movía, era sofocante, pedía ayuda a gritos sordos, ni mi seguidor me escuchaba, aunque ya desconocía si seguía allí.

Ahh, inspiré y espiré por fin. Lo comprendí todo de golpe, nada más ver el primer cegante destello de luz. Hombres con bata blanca, un sabor calamitoso en mi boca, unas ganas de vomitar fuego desde mi estómago... Me encontraba en el hospital, después de que alguna llamada piadosa, tal vez mi seguidor, llamara a una ambulancia y me diera una última oportunidad de empezar a vivir realmente.

Y el amor de mi vida... lo perdí hará unos 5 meses cuando, víctima de lo que llamaba un "esplendoroso ciego", le di una ostia, eso sí, con la palma abierta, en su clara y delicada mejilla, rebosante de las tantas sonrisas que me dedicó. Sonó en sentimientos como una vajilla al caer al suelo en mi desierta habitación, si no fuera por un colchón tirado y unos cuantos restos de jeringuillas "para curarme" y "tiza desmenuzada", tal como le expliqué razonadamente.

La perdí, por culpa de no escuchar a las personas y sí a mis necesidades primarias como eran esos restos. La perdí, la perdí... repitiéndolo una y otra vez, caí rendido en un sueño profundo. Horas más tardes, cuando ya me desperté en la habitación, mi seguidor esta ahí, le reconocí perfectamente, era ella.



1 comentario:

g e m s dijo...

Cosas,personas, que están siempre ahí y que no somos capaces de verlas debido a nuestro egoísmo.
Oportunidades perdidas, momentos sin saber ser aprovechados.